Monografía: ¿Porqué no logramos, aún, parar a la Ciencia ? (extracto)
"En el lugar de encuentro del temible poder de la elocuencia y de la lógica de lo verosímil se sitúa una retórica vigilada por la filosofía" (Ricoeur 1980, p.21).
I. Introducción
Dios en el génesis preguntó a Adán, luego que comiese del árbol del saber del bien y del mal (Etz haDaat Tov veRaha;ﬠרּוּ בּוּטּ תּﬠדּהּ צּﬠ[1]) : “Adán dónde estás”, Martín Buber (Buber, M. 1960) reflexiona sobre esta pregunta, ¿acaso Dios no sabe dónde está Adán, y debe preguntárselo? Puesto que el Dios bíblico es omnisciente deducimos que la interrogante es entonces para Adán, es para que él se pregunte donde está después de que comió del árbol del conocimiento, del que le estaba vedado, el árbol de la Ciencia. Y como nos lo dice Buber, esta pregunta del Génesis es para que Adán, -en hebreo Adam, (hombre), y los hijos del hombre (bnei adam) la humanidad, se pregunten en cada época dónde está el hombre individual y la humanidad. Pregunta que está presente por el hecho de existir el Otro, aquí Dios, mas no es una interrogante sólo para creyentes, alude a la responsabilidad, la que Jonas (Jonas, H.; 1995); argumenta tiene el ser humano para con el pasado de la naturaleza, cuya herencia somos. Es una pregunta ética.
Por otra parte, es pensamiento de quien escribe aquí que desde una perspectiva ética, no puede culparse al hombre ingenuo aún, por haber comido allí del árbol prohibido; hay un argumento al menos para disculparlo, además de los que Ricoeur destaca en su crítica al concepto trágico agustino del Pecado Original (Riccoeur, 1976): todo le estaba permitido de comer en el jardín del paraíso, sólo de un árbol se le prohibió, mas es ley que cada cual sabe, que instaurada la prohibición aparece el deseo, ¿acaso no sabía Dios, que así se lo había tentado y su deseo se ordenaba en torno a ese único “árbol” prohibido?. No es culpable entonces, pues de esa trampa no se puede salir, no hay libertad[2]. Por eso se trata más bien, de asumir la responsabilidad, y de forzarse a salir de la ingenuidad e inocencia de Adán y Eva. Adán hoy sabe sobre su deseo, ha adquirido grados de libertad sobre lo que pueda hacer con él, pero no la libertad de no desear. En esta era se nos está revelando el lenguaje en coincidencia con los avances sin freno de la ciencia, tal vez nos sirva de brújula para evitar la aplicación obligada de todo conocimiento; es la trampa de la tentación que se inscribe junto con lo prohibido en la trasgresión de la bomba atómica; en la clonación, en la modificación de las especies; en lo que aún es insospechable. Este es el árbol prohibido para Adán en nuestra época, y ya hemos comido de él, nos dicen como la serpiente : “miren, ya lo hicimos y no nos pasó nada”, incluso las primeras voces que incitan a realizar clonaciones humanas, han provenido de científicos que han anunciado falsamente haber logrado clonaciones, palabra de la víbora que incita y tienta a otros a realizarlas.
Al la respuesta existencial de Buber, sobre la pregunta al hombre por su ubicación y lugar actual, agregamos aquí entonces, que la metáfora bíblica alude a la Ciencia, que la pregunta a la que nos induce es adonde la Ciencia nos lleva[3]: Adán y Eva no pudieron no comer de la Ciencia. Adán se esconde y es allí que el saber reina, el deseo de saber domina. Saber la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal, también el idioma español nos da pistas confirmativas: el saber como conocimiento asociado a esta imposibilidad de dejar de saber y de comer; sabemos, gustamos de la ciencia y comemos su aplicación.
Tal vez nunca antes había tenido el hombre la oportunidad de ver tan claro, que la ciencia nos conduce a la “expulsión”, esta vez por destrucción del paraíso terrenal, ni tan claro fue que el Saber combinado con el discurso científico nos dirige en la caída del paraíso mismo, presentificada en el progresivo deterioro del planeta y en la diaria no conservación de la herencia biológica; en la “tremenda vulnerabilidad de la naturaleza sometida a la intervención técnica del hombre (...) la naturaleza de la acción humana ha cambiado de ipso” (Jonas,1995; p.33). La mortalidad era la consecuencia-castigo para Adán y Eva, empero, junto con ello el comer del árbol de la vida que podría otorgar el saber de la vida eterna[4], lo que la ciencia promete cuando nos arriesga a la muerte de la biodiversidad sobre el mundo. Paradójicamente en esta era el mundo se nos puede aparecer como el paraíso, cuando los indicadores ecológicos - no los sesgados con el pro “desarrollo” económico, sino con el justo sesgo subjetivo del riesgo probable-, ahora que está cayéndose y que estamos a punto de perderlo.
El discurso de la ciencia calla otras voces: ¿No nos dice acaso que esas predicciones catastróficas son subjetivas y no objetivas?. La caída del planeta en un ciclo probable de deterioro ecológico, es posible porque la ciencia silencia eficientemente los discursos que la frenarían. El ilegitimo vástago de la buena ciencia, como lo ve Apel y lo expresa Escríbar, “el cientificismo de que la objetividad de la ciencia es el único posible, que esa neutralidad supone la neutralidad axiológica, y que –en último término- la razón técnica agota la racionalidad” (Escríbar, 2004, p.106) aplaca a la ética pues ella a diferencia, se desenvolvería, según tales argumentos “objetivos” en el ámbito de la irracionalidad emotiva. Concordante con esta evaluación, Jesús Conill en conferencia sobre la “Ética de la economía y de la empresa en el horizonte de la globalización” (Conil, 2006) nos advertía sobre la pretendida neutralidad de la ciencia, lo que constituye una enmascarada desaxologización; esta es otra operación del discurso científico cuyos verbos hemos venido conjugando en occidente, la eliminación de los valores, no sin relación con las consecuencias sobre el cielo y la tierra, reales y metafóricos. Con estas herramientas poderosísimas se neutraliza nuestra capacidad de inhibir a la ciencia.
Los trozos del génesis mencionados, a diferencia del párrafo de Antígona[5] citado por Jonas como ejemplo de que en la antigüedad no se sospechaba de la responsabilidad que el hombre tendría de su acción sobre la naturaleza, nos muestra que si bien no como sospecha ni como conciencia, la responsabilidad del hombre sobre el cambio de la naturaleza de la vida estaba dicha en la metáfora del mito de Adán y Eva y el fruto prohibido (Jonas, Ibíd., pp 25-26).
Un enigma nos acompaña desde el comienzo de los tiempos: El Saber está en el lenguaje, a él ha recurrido el filósofo, amante del saber, ya sea deliberadamente, y sin conciencia, así como el exegeta bíblico; hoy en la hermenéutica moderna es un hecho ineludible.¿Qué nos puede reconducir para llevar a la vida indefinida de la biodiversidad sobre el planeta y no a la explotación sin retorno ecológico, a la explosión literal o la muerte de él?, en esta dirección planteo la pregunta que conduce el hilo de la presente investigación en la forma que atañe al Discurso: ¿Cuál es el cambio de status habido en el discurso del saber, y cuál el que ahora precisamos para conducir a la ciencia?.
II. Metodología, Marco teórico y norte: Dirección de la indagación sobre la pregunta acerca del discurso de la ciencia
Nos orientará tener en cuenta la reflexión de Jonas de que “ciertos desarrollos de nuestro poder han modificado el carácter de la acción humana” (Ibíd, pp.23) luego de mostrar como las éticas habidas con anterioridad quedaron obsoletas pues suponían tres ideas, -las que no son ya verdad-, que resumimos en:
1. La condición humana permanece fija de una vez y para siempre
2. Sobre esas bases es posible determinar con claridad el bien humano
3. La responsabilidad humana está estrictamente delimitada.
y en particular la idea que formula como “lo ya creado exige siempre su nueva capacidad inventiva para su conservación y ulterior desarrollo, recompensándola con su éxito aumentado que, a su vez, contribuye a que surja aquella imperiosa exigencia (...) Feedback positivo de necesidad funcional” (Ibíd pp. 36-37). Esta alusión a eso imparable de la técnica, de la cual ha señalado que lo que la Ciencia descubre la técnica lo aplica inexorablemente.
Sin embargo el camino que nos orienta difiere en un aspecto fundamental del que hasta ahora he encontrado en Jonas. Si bien es verdadera su propuesta acerca de que el homo faber se adelanta al homo sapiens, pues el hombre ha actuado con la técnica y luego ha pensado en las consecuencias, asunto que en nuestra era de intervención sobre los elementos constituyentes de la naturaleza, será pernicioso para la biodiversidad. Y Además, siendo que el imperativo Jonasiano es un freno deseable: “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida human auténtica en la tierra” o en su versión negativa: “obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de esta vida”, o “No pongas en peligro las condiciones de continuidad indefinida de la Humanidad en la Tierra” (Ibíd.,p. 40). Aún así existe diferencia en el camino que intento nos conduzca, se refiere a la atribución de Jonas al hombre, faber y sapiens, que obran en pos de la tecnología el papel protagónico, citábamos “la ampliación del poder del hombre sobrepasa en prestigio a todo lo demás, que pertenece a su plenitud humana”; pues dudo de que el hombre tenga el poder.
Aún cuando aclara Jonas que no somos nosotros sino un “actor colectivo y el acto colectivo, no el actor individual y el acto individual”(Ibíd., p.37), marcaremos una lectura diferente: seguir las huellas del o los pensamientos de oponer a estas acciones al discurso científico, él el que dirige nuestra historia y es responsable del lugar del saber como dominio, saber que poco tiene que ver con saber sobre el bien del hombre, pues el hombre sería su instrumento, su súbdito, su esclavo. El bien sobre el que sí nos advertía la metáfora del árbol del conocimiento es: el paraíso, hoy el de la biodiversidad. De este modo Heidegger en el presente trabajo nos guía mejor en el aspecto referente al poder y al dominio del discurso científico con sus escritos acerca de la técnica, pues tal como Heidegger dice, según la lectura que de él hace Jorge Acevedo de Serenidad, la técnica esencialmente interpretada no está en las manos del hombre y lo cita así: “ningún individuo –afirma nuestro pensador-, ningún grupo humano, ninguna comisión de estadistas, investigadores y técnicos, por más importantes que sean, ninguna conferencia de personalidades directivas de la economía y de la industria es capaz de frenar el curso histórico de la época atómica, ninguna organización solamente humana está en condiciones de lograr el dominio sobre esta época[6]” (Heidegger; 1960, p. 358; en Acevedo, 2003 p.97); precisamente señala la alienación en la que nos encontramos pues “no conocemos metas y somos sólo la marcha” (Heidegger, M.; en Acevedo, 1999)[7], y entonces el poder no está en el hombre ni en los poderes económicos, “ya sólo un Dios puede salvarnos” (Heidegger,1966, págs. 186-187). Puesto que lo único que sabemos de Dios, radica en letras, en ellas guiaré esta investigación.
Trataré de seguir el sendero del saber, en algunos hitos que den cuenta de su status diferencial en un par de momentos históricos y/o míticos, tomado su lugar en Sócrates y en Aristóteles; revisando a su vez momentos históricos de la estructura y valoración de la metáfora y en ellos su eventual relación con los valores que la Ciencia occidental anula, y con la subjetividad aplacada por su discurso. Intentaremos avanzar a partir de la pregunta de cómo el discurso de la Ciencia actúa de modo que “nadie pueda pararlo”; para ello Aristóteles y Ricoeur serán tomados como teorías a considerar críticamente, como expositores ejemplares de sus momentos cognitivos, junto con aportes muy puntuales de la crítica y análisis de enfoque psicoanálisis freudiano-lacaniano por su anclaje lingüístico. Heidegger y Jonas son nortes de nuestra pregunta pero no nos llevaremos a sus caminos para la indagación; por necesitar para ello una elaboración que sobrepasa los límites para el autor de esta monografía
Atención : para obtener el texto completo, contactarse con pablogrosz@yahoo.es
Bibliografía
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[1] La traducción y la fonética es libre y del autor
[2] Ya Aristóteles antes de escribir sobre la virtud, debió previamente aclarar que sólo habiendo libertad, cobra sentido la virtud, así en el animal no puede haber lugar para ella.
[3] Escribiendo “מדא” Adam al revés, inscribimos אדמ, su fonética es madá, que es ciencia . עדמ es la escritura correcta para ciencia, siendo que la letra muda ע (ahin) sustituye a la también muda א (aleph), recordemos que las vocales no se escriben en hebreo. Ciencia el reverso del hombre, podemos interpretar en coincidencia con lo que la ciencia es en la realidad. Podríamos ensayar otras como que las ciencia tiende a dejar al hombre al revés de lo que era: es el hombre para la ciencia, en vez de que la ciencia sea para el hombre, un modo de enunciar un dilema de la bioética. Asumimos el riesgo de lectura que las letras nos sugieren, pues no obligan.
[4] “(...) ve hata pen ishlaj iado velakaj gam mhetz hajaim ve hajal ve jai le holam”; (Génesis; 3, 22); la traducción libre del autor de esta monografía es: ... y ahora no sea que alcance con su mano y tome también del árbol de la vida y coma y viva eternamente.
[5] Jonas cita los versos del coro de la Antígona de Sófocles, una oda al hombre, pero que dejaría traslucir tras su poder y desafío a la naturaleza “ a pesar de su ilimitada capacidad de invención, es todavía pequeño en relación a sus elementos (...) todas las libertades que el hombre se toma con los moradores de la tierra, de el mar la tierra y el aire, deja inalterada la envolvente naturaleza de sus ámbitos, e intacta su capacidad productiva” (Jonas; Ibíd., pp27). Cito un trozo de muestra: “ Y el lenguaje adquirió y pensamiento/ veloz como el viento y costumbres/ de civil convivencia y a huir aprendió/ de la helada lluvia./ Infinitos son los recursos con que afronta el futuro, más de Hades no escapará, por más / que sepa a dolencias graves/ sustraerse. (Idem; pp25-26)
[6] Además de la referencia bibliográfica formal puede encontrarse la misma versión castellana de Yves Zimmermann, publicada por Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994 en : www.personales.ciudad.com.ar/M_Heidegger/serenidad.htm
[7] Heidegger, M. GA, Bd 13 p27. En Acevedo, J. 1999.
"En el lugar de encuentro del temible poder de la elocuencia y de la lógica de lo verosímil se sitúa una retórica vigilada por la filosofía" (Ricoeur 1980, p.21).
I. Introducción
Dios en el génesis preguntó a Adán, luego que comiese del árbol del saber del bien y del mal (Etz haDaat Tov veRaha;ﬠרּוּ בּוּטּ תּﬠדּהּ צּﬠ[1]) : “Adán dónde estás”, Martín Buber (Buber, M. 1960) reflexiona sobre esta pregunta, ¿acaso Dios no sabe dónde está Adán, y debe preguntárselo? Puesto que el Dios bíblico es omnisciente deducimos que la interrogante es entonces para Adán, es para que él se pregunte donde está después de que comió del árbol del conocimiento, del que le estaba vedado, el árbol de la Ciencia. Y como nos lo dice Buber, esta pregunta del Génesis es para que Adán, -en hebreo Adam, (hombre), y los hijos del hombre (bnei adam) la humanidad, se pregunten en cada época dónde está el hombre individual y la humanidad. Pregunta que está presente por el hecho de existir el Otro, aquí Dios, mas no es una interrogante sólo para creyentes, alude a la responsabilidad, la que Jonas (Jonas, H.; 1995); argumenta tiene el ser humano para con el pasado de la naturaleza, cuya herencia somos. Es una pregunta ética.
Por otra parte, es pensamiento de quien escribe aquí que desde una perspectiva ética, no puede culparse al hombre ingenuo aún, por haber comido allí del árbol prohibido; hay un argumento al menos para disculparlo, además de los que Ricoeur destaca en su crítica al concepto trágico agustino del Pecado Original (Riccoeur, 1976): todo le estaba permitido de comer en el jardín del paraíso, sólo de un árbol se le prohibió, mas es ley que cada cual sabe, que instaurada la prohibición aparece el deseo, ¿acaso no sabía Dios, que así se lo había tentado y su deseo se ordenaba en torno a ese único “árbol” prohibido?. No es culpable entonces, pues de esa trampa no se puede salir, no hay libertad[2]. Por eso se trata más bien, de asumir la responsabilidad, y de forzarse a salir de la ingenuidad e inocencia de Adán y Eva. Adán hoy sabe sobre su deseo, ha adquirido grados de libertad sobre lo que pueda hacer con él, pero no la libertad de no desear. En esta era se nos está revelando el lenguaje en coincidencia con los avances sin freno de la ciencia, tal vez nos sirva de brújula para evitar la aplicación obligada de todo conocimiento; es la trampa de la tentación que se inscribe junto con lo prohibido en la trasgresión de la bomba atómica; en la clonación, en la modificación de las especies; en lo que aún es insospechable. Este es el árbol prohibido para Adán en nuestra época, y ya hemos comido de él, nos dicen como la serpiente : “miren, ya lo hicimos y no nos pasó nada”, incluso las primeras voces que incitan a realizar clonaciones humanas, han provenido de científicos que han anunciado falsamente haber logrado clonaciones, palabra de la víbora que incita y tienta a otros a realizarlas.
Al la respuesta existencial de Buber, sobre la pregunta al hombre por su ubicación y lugar actual, agregamos aquí entonces, que la metáfora bíblica alude a la Ciencia, que la pregunta a la que nos induce es adonde la Ciencia nos lleva[3]: Adán y Eva no pudieron no comer de la Ciencia. Adán se esconde y es allí que el saber reina, el deseo de saber domina. Saber la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal, también el idioma español nos da pistas confirmativas: el saber como conocimiento asociado a esta imposibilidad de dejar de saber y de comer; sabemos, gustamos de la ciencia y comemos su aplicación.
Tal vez nunca antes había tenido el hombre la oportunidad de ver tan claro, que la ciencia nos conduce a la “expulsión”, esta vez por destrucción del paraíso terrenal, ni tan claro fue que el Saber combinado con el discurso científico nos dirige en la caída del paraíso mismo, presentificada en el progresivo deterioro del planeta y en la diaria no conservación de la herencia biológica; en la “tremenda vulnerabilidad de la naturaleza sometida a la intervención técnica del hombre (...) la naturaleza de la acción humana ha cambiado de ipso” (Jonas,1995; p.33). La mortalidad era la consecuencia-castigo para Adán y Eva, empero, junto con ello el comer del árbol de la vida que podría otorgar el saber de la vida eterna[4], lo que la ciencia promete cuando nos arriesga a la muerte de la biodiversidad sobre el mundo. Paradójicamente en esta era el mundo se nos puede aparecer como el paraíso, cuando los indicadores ecológicos - no los sesgados con el pro “desarrollo” económico, sino con el justo sesgo subjetivo del riesgo probable-, ahora que está cayéndose y que estamos a punto de perderlo.
El discurso de la ciencia calla otras voces: ¿No nos dice acaso que esas predicciones catastróficas son subjetivas y no objetivas?. La caída del planeta en un ciclo probable de deterioro ecológico, es posible porque la ciencia silencia eficientemente los discursos que la frenarían. El ilegitimo vástago de la buena ciencia, como lo ve Apel y lo expresa Escríbar, “el cientificismo de que la objetividad de la ciencia es el único posible, que esa neutralidad supone la neutralidad axiológica, y que –en último término- la razón técnica agota la racionalidad” (Escríbar, 2004, p.106) aplaca a la ética pues ella a diferencia, se desenvolvería, según tales argumentos “objetivos” en el ámbito de la irracionalidad emotiva. Concordante con esta evaluación, Jesús Conill en conferencia sobre la “Ética de la economía y de la empresa en el horizonte de la globalización” (Conil, 2006) nos advertía sobre la pretendida neutralidad de la ciencia, lo que constituye una enmascarada desaxologización; esta es otra operación del discurso científico cuyos verbos hemos venido conjugando en occidente, la eliminación de los valores, no sin relación con las consecuencias sobre el cielo y la tierra, reales y metafóricos. Con estas herramientas poderosísimas se neutraliza nuestra capacidad de inhibir a la ciencia.
Los trozos del génesis mencionados, a diferencia del párrafo de Antígona[5] citado por Jonas como ejemplo de que en la antigüedad no se sospechaba de la responsabilidad que el hombre tendría de su acción sobre la naturaleza, nos muestra que si bien no como sospecha ni como conciencia, la responsabilidad del hombre sobre el cambio de la naturaleza de la vida estaba dicha en la metáfora del mito de Adán y Eva y el fruto prohibido (Jonas, Ibíd., pp 25-26).
Un enigma nos acompaña desde el comienzo de los tiempos: El Saber está en el lenguaje, a él ha recurrido el filósofo, amante del saber, ya sea deliberadamente, y sin conciencia, así como el exegeta bíblico; hoy en la hermenéutica moderna es un hecho ineludible.¿Qué nos puede reconducir para llevar a la vida indefinida de la biodiversidad sobre el planeta y no a la explotación sin retorno ecológico, a la explosión literal o la muerte de él?, en esta dirección planteo la pregunta que conduce el hilo de la presente investigación en la forma que atañe al Discurso: ¿Cuál es el cambio de status habido en el discurso del saber, y cuál el que ahora precisamos para conducir a la ciencia?.
II. Metodología, Marco teórico y norte: Dirección de la indagación sobre la pregunta acerca del discurso de la ciencia
Nos orientará tener en cuenta la reflexión de Jonas de que “ciertos desarrollos de nuestro poder han modificado el carácter de la acción humana” (Ibíd, pp.23) luego de mostrar como las éticas habidas con anterioridad quedaron obsoletas pues suponían tres ideas, -las que no son ya verdad-, que resumimos en:
1. La condición humana permanece fija de una vez y para siempre
2. Sobre esas bases es posible determinar con claridad el bien humano
3. La responsabilidad humana está estrictamente delimitada.
y en particular la idea que formula como “lo ya creado exige siempre su nueva capacidad inventiva para su conservación y ulterior desarrollo, recompensándola con su éxito aumentado que, a su vez, contribuye a que surja aquella imperiosa exigencia (...) Feedback positivo de necesidad funcional” (Ibíd pp. 36-37). Esta alusión a eso imparable de la técnica, de la cual ha señalado que lo que la Ciencia descubre la técnica lo aplica inexorablemente.
Sin embargo el camino que nos orienta difiere en un aspecto fundamental del que hasta ahora he encontrado en Jonas. Si bien es verdadera su propuesta acerca de que el homo faber se adelanta al homo sapiens, pues el hombre ha actuado con la técnica y luego ha pensado en las consecuencias, asunto que en nuestra era de intervención sobre los elementos constituyentes de la naturaleza, será pernicioso para la biodiversidad. Y Además, siendo que el imperativo Jonasiano es un freno deseable: “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida human auténtica en la tierra” o en su versión negativa: “obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de esta vida”, o “No pongas en peligro las condiciones de continuidad indefinida de la Humanidad en la Tierra” (Ibíd.,p. 40). Aún así existe diferencia en el camino que intento nos conduzca, se refiere a la atribución de Jonas al hombre, faber y sapiens, que obran en pos de la tecnología el papel protagónico, citábamos “la ampliación del poder del hombre sobrepasa en prestigio a todo lo demás, que pertenece a su plenitud humana”; pues dudo de que el hombre tenga el poder.
Aún cuando aclara Jonas que no somos nosotros sino un “actor colectivo y el acto colectivo, no el actor individual y el acto individual”(Ibíd., p.37), marcaremos una lectura diferente: seguir las huellas del o los pensamientos de oponer a estas acciones al discurso científico, él el que dirige nuestra historia y es responsable del lugar del saber como dominio, saber que poco tiene que ver con saber sobre el bien del hombre, pues el hombre sería su instrumento, su súbdito, su esclavo. El bien sobre el que sí nos advertía la metáfora del árbol del conocimiento es: el paraíso, hoy el de la biodiversidad. De este modo Heidegger en el presente trabajo nos guía mejor en el aspecto referente al poder y al dominio del discurso científico con sus escritos acerca de la técnica, pues tal como Heidegger dice, según la lectura que de él hace Jorge Acevedo de Serenidad, la técnica esencialmente interpretada no está en las manos del hombre y lo cita así: “ningún individuo –afirma nuestro pensador-, ningún grupo humano, ninguna comisión de estadistas, investigadores y técnicos, por más importantes que sean, ninguna conferencia de personalidades directivas de la economía y de la industria es capaz de frenar el curso histórico de la época atómica, ninguna organización solamente humana está en condiciones de lograr el dominio sobre esta época[6]” (Heidegger; 1960, p. 358; en Acevedo, 2003 p.97); precisamente señala la alienación en la que nos encontramos pues “no conocemos metas y somos sólo la marcha” (Heidegger, M.; en Acevedo, 1999)[7], y entonces el poder no está en el hombre ni en los poderes económicos, “ya sólo un Dios puede salvarnos” (Heidegger,1966, págs. 186-187). Puesto que lo único que sabemos de Dios, radica en letras, en ellas guiaré esta investigación.
Trataré de seguir el sendero del saber, en algunos hitos que den cuenta de su status diferencial en un par de momentos históricos y/o míticos, tomado su lugar en Sócrates y en Aristóteles; revisando a su vez momentos históricos de la estructura y valoración de la metáfora y en ellos su eventual relación con los valores que la Ciencia occidental anula, y con la subjetividad aplacada por su discurso. Intentaremos avanzar a partir de la pregunta de cómo el discurso de la Ciencia actúa de modo que “nadie pueda pararlo”; para ello Aristóteles y Ricoeur serán tomados como teorías a considerar críticamente, como expositores ejemplares de sus momentos cognitivos, junto con aportes muy puntuales de la crítica y análisis de enfoque psicoanálisis freudiano-lacaniano por su anclaje lingüístico. Heidegger y Jonas son nortes de nuestra pregunta pero no nos llevaremos a sus caminos para la indagación; por necesitar para ello una elaboración que sobrepasa los límites para el autor de esta monografía
Atención : para obtener el texto completo, contactarse con pablogrosz@yahoo.es
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[1] La traducción y la fonética es libre y del autor
[2] Ya Aristóteles antes de escribir sobre la virtud, debió previamente aclarar que sólo habiendo libertad, cobra sentido la virtud, así en el animal no puede haber lugar para ella.
[3] Escribiendo “מדא” Adam al revés, inscribimos אדמ, su fonética es madá, que es ciencia . עדמ es la escritura correcta para ciencia, siendo que la letra muda ע (ahin) sustituye a la también muda א (aleph), recordemos que las vocales no se escriben en hebreo. Ciencia el reverso del hombre, podemos interpretar en coincidencia con lo que la ciencia es en la realidad. Podríamos ensayar otras como que las ciencia tiende a dejar al hombre al revés de lo que era: es el hombre para la ciencia, en vez de que la ciencia sea para el hombre, un modo de enunciar un dilema de la bioética. Asumimos el riesgo de lectura que las letras nos sugieren, pues no obligan.
[4] “(...) ve hata pen ishlaj iado velakaj gam mhetz hajaim ve hajal ve jai le holam”; (Génesis; 3, 22); la traducción libre del autor de esta monografía es: ... y ahora no sea que alcance con su mano y tome también del árbol de la vida y coma y viva eternamente.
[5] Jonas cita los versos del coro de la Antígona de Sófocles, una oda al hombre, pero que dejaría traslucir tras su poder y desafío a la naturaleza “ a pesar de su ilimitada capacidad de invención, es todavía pequeño en relación a sus elementos (...) todas las libertades que el hombre se toma con los moradores de la tierra, de el mar la tierra y el aire, deja inalterada la envolvente naturaleza de sus ámbitos, e intacta su capacidad productiva” (Jonas; Ibíd., pp27). Cito un trozo de muestra: “ Y el lenguaje adquirió y pensamiento/ veloz como el viento y costumbres/ de civil convivencia y a huir aprendió/ de la helada lluvia./ Infinitos son los recursos con que afronta el futuro, más de Hades no escapará, por más / que sepa a dolencias graves/ sustraerse. (Idem; pp25-26)
[6] Además de la referencia bibliográfica formal puede encontrarse la misma versión castellana de Yves Zimmermann, publicada por Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994 en : www.personales.ciudad.com.ar/M_Heidegger/serenidad.htm
[7] Heidegger, M. GA, Bd 13 p27. En Acevedo, J. 1999.
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