viernes, 29 de enero de 2010

Matrix: Los tiempos del inconsciente. Autor: Osvaldo Silva

“Todos los psicoanalistas saben que lo inconsciente
no conoce el tiempo ni la contradicción,
que lo inconsciente no es el pasado, ni la infancia,
y menos aún la memoria…
…¿Existe lo inconsciente?
Estos interrogantes jamás cesaron de acosar a Freud.

Desde cierto punto de vista toda la teoría freudiana,
e incluso lacaniana,
es una inmensa respuesta que no alcanza a concluir.”

(J.D. Nasio. “El inconsciente es un nudo
entre analista y paciente”)



Sin duda el estreno en sociedad de su concepto de inconsciente, lanza a Freud hacia una fama inminente a pesar, incluso, de todo el revuelo que provoca al interior de una Viena victoriana y escandalizada que cierra los ojos y trata de dar vuelta el rostro ante el impertinente que se atreve a hablar sobre temas tan ajenos al buen gusto de la época.

Aún así Freud insiste dando muestras de aquella perseverancia y pasión parecida a la que muestran algunos personajes que de pronto se dan cuenta que inesperadamente se han topado con algo tan novedoso y tan importante que apenas dudan en poner sus vidas al servicio de lo que con certeza creen un nuevo mundo por descubrir, que apuestan todo su esfuerzo en seguir hasta el otro lado con la profunda convicción de encontrar un nuevo paso hacia las indias.

De este modo Freud se topa con este fenómeno en el trabajo con sus pacientes histéricas. Fenómeno que no puede hacer un lado y que insistirá en aparecer una y otra vez dentro de su práctica clínica. Entonces lo que podría parecer un obstáculo, un elemento que debe ser erradicado, para él se vuelve una experiencia sobre la cual se hace necesario teorizar. Y lo hace rigurosamente, paso a paso, avanzando, retrocediendo, volviendo adelante, deslizándose por vías paralelas, en un movimiento continuo que tiene tanto de método que posteriormente será la marca que acompañará la nueva disciplina que ya inaugura.

Pero primero hay que dar vida al concepto, hacer existir el inconsciente del cual el psicoanálisis hará su objeto de estudio. Y en ese intento pareciera ser que se enmarca su texto sobre la interpretación de los sueños. Texto inaugural porque introduce una visión nueva sobre el uso que se había hecho hasta entonces de este concepto. Al modo de una especie de avant premier que pretende crear cierta atmósfera antes de su estreno masivo. Aún así el público se estremece y la crítica no lo trata tan bien. Las salas se mantienen casi vacías y uno que otro cinéfilo adicto al cine B conforman su escaso, pero interesado público. Hará falta que pase algún tiempo para que la situación cambie y la inversión se recupere.

Hay que considerar que la escena en que aparece La Interpretación de los Sueños se encuentra teñida por el positivismo y la psicología experimental y que dar un vuelco copernicano difícilmente puede pasar sin que se levante polvo, sin que surja ninguna oposición, sin que se hieran ciertas susceptibilidades.

Si la conciencia es desplazada de su lugar central en el destino de nuestras vidas, justamente en una época que cree fielmente en la luz y la claridad que otorga la razón, hay que asumir que más de alguien resultará afectado con el rumor.

Freud viene a romper la rutina de sus contemporáneos.

Enfatizo el contexto histórico dentro del cual Freud realiza su propuesta con el propósito de introducir la idea de que su concepto de inconsciente recorrerá cierto itinerario teórico que hará modificaciones importantes en su conceptualización y reconceptualización. Y no exclusivamente en Freud como inserto en la modernidad, sino que también en Lacan que con su inconsciente estructurado como un lenguaje parece promover la entrada del inconsciente en la posmodernidad. Recorrido que pretende mostrar al inconsciente, como concepto, subordinado a la época dentro de la cual es pensado.

Si para el psicoanálisis el inconsciente no se rige por las leyes del proceso secundario, sino por leyes propias, intemporales, su concepto y la forma de pensarlo necesariamente tiene la marca de una época, la que lo reestrena.

Para ello me valgo de dos analogías rescatadas de Freud, la piedra rosetta y la de la pizarra mágica, para sumarle la referencia que hace Lacan a la banda de moebius y finalizar con la posibilidad de, una vez hecho el recorrido, pensar el film “Matrix” de los hermanos Wachowski, como una posible analogía de continuación. Distintos momentos que suponen nuevos momentos de pensar el inconsciente.

Pero antes…se necesita iniciar el itinerario.


El inconsciente freudiano.

Para Javiera Banderas[1], Freud viene a introducir diferencias significativas en la manera en que la psiquiatría se refería al concepto de inconsciente. Psiquiátricamente hablando se lo consideraba una hipótesis explicativa de la patología mental, pero con un carácter mas bien cognitivo o ligado a una debilidad psíquica heredada, al modo de Janet, dejando de lado toda noción de conflicto y manteniendo la posición privilegiada de la conciencia respecto al inconsciente.

Entonces es con el maestro vienés que el inconsciente es relegado a una región desconocida en nuestra propia geografía desde donde comandaría principalmente nuestro comportamiento global. De este modo la conciencia pasaría a ser solo un evento menor dentro del funcionamiento de esta gran dimensión desconocida y central sobre la cual se va a sustentar toda su teoría del aparato psíquico.

Pero no fue así desde un principio. Es con La Interpretación de los Sueños (1900) que el inconsciente comienza a delinearse. Antes, en la época en que hacía dúo con Breuer, en el tiempo de sus Estudios sobre la Histeria, aún se hablaba de una “conciencia segunda” que explicaba que ciertos recuerdos patógenos se recordaran solo en la situación de hipnosis y no espontáneamente en el relato del paciente.

En este período el inconsciente es considerado solo como una cualidad de ciertas representaciones y solo en términos descriptivos.


Con su trabajo sobre los sueños es que se podría decir que la concepción sobre lo inconsciente comienza a considerarse de forma más amplia como una actividad que implica un sentido dinámico. Lo que implica que sus representaciones no permanecen en estado de pasividad sino que, por el contrario, se encuentran en constante insistencia e incluso pueden manifestarse por medio de sus efectos en la vida psíquica del sujeto.

Entonces el inconsciente deja de ser una mera propiedad de ciertas representaciones o pensamientos y constituye una categoría psíquica con sus propias característica y leyes de funcionamiento. Su artículo sobre Lo Inconsciente pretende dar un panorama de lo que hasta ese momento se había formulado sobre él.

A esta altura tenemos por un lado la actividad consciente, manifiesta, y por otro aquella zona oscura, latente, de la cual no tenemos noticia más que por sus efectos: lapsus, actos fallidos, olvidos, sueños, etc.

También podemos encontrar los ingredientes necesarios para entender una de sus primeras analogías.


La Piedra Rosetta: Los subtítulos de un sueño.

A lo largo de su obra se puede extraer cierta fascinación, aquella que muestra Freud por la arqueología. De hecho él mismo afirma en una de sus cartas a Fliess (21 de diciembre de 1889) respecto de su propio trabajo “Es como si Schiliemann hubiera vuelto a desenterrar una Troya en la que nadie hubiese creído”. Este arqueólogo se había hecho conocido por sus espectaculares descubrimientos en Creta y Grecia basado en el estudio de mitos que resultaron en muchos casos ser verdaderos.

En la misma línea, arqueológicamente hablando, en su Traumdeutung Freud llega a establecer una comparación metafórica del sueño con el jeroglífico mismo: “Pues bien: el sueño es exactamente uno de estos jeroglíficos, y nuestros predecesores en la interpretación onírica han incurrido en la falta de considerar el jeroglífico como una composición pictórica. De este modo no tenía mas remedio que parecerles insensato y sin valor alguno”.

Esta analogía propone una forma de pensar al sueño como una escritura en clave, un mensaje cifrado el cual es posible traducir a un lenguaje primordial donde encontrar la verdad de un deseo secreto.

Esto al modo de Champolion y su piedra rosetta. Una piedra en la que se esconde un enigma escrito en idiomas distintos y para lo cual se necesitó traducir de un lenguaje a otro el edicto escrito en el 196 A.C. por un concilio reunido en Memphis en honor a la coronación de Ptolomeo V. Hecho tan importante que fue necesario plasmarlo en tres idiomas: una versión griega, otra demótica (antigua lengua árabe) y en los misteriosos jeroglíficos egipcios.

De esta forma la solución consistió en descifrar sistemáticamente lo que había detrás de todo ese simbolismo. Rigurosamente paso por paso, símbolo por símbolo. Al modo en que opera Freud compartiendo créditos con Champolión. Partiendo de un mensaje cifrado, un síntoma, un olvido, un titubeo, el analista se embarca en la empresa de traducir lo latente, lo escondido detrás, el significado oculto, de un fenómeno enigmático que refiere siempre a la realización de un deseo sofocado, editado según una escena que se nos escapa.



Esta analogía me parece importante porque entrega un panorama que refleja el modo en que Freud está pensando su teoría en ese instante. No hay que olvidar que él es moderno. En el sentido que participa de una época que apuesta al progreso y que confía en las posibilidades de la razón y, por lo tanto, es dentro de este marco donde se sitúa su obra. Y también es desde ahí donde se puede entender su propuesta acerca de que cada sueño es un mensaje en clave cuyo verdadero sentido se encuentra velado, expresado en imágenes, y ante el cual se hace necesario un trabajo interpretativo para revelarlo. Una verdad que debe ser buscada en este otro lugar a través de una traducción que subtitula aquel deseo inconsciente.

Lugar, verdad y saber como primeras coordenadas para visualizar la formulación que este período especula acerca del inconsciente.


El Block mágico: Expedientes secretos x.

Parece haber total acuerdo en considerar Mas allá del Principio de Placer como un texto con el cual Freud marca una importante reformulación en su itinerario de teorización.

La anterior dicotomía entre pulsiones sexuales y las de autoconservación, con la introducción de una “compulsión a la repetición que se instaura más allá del principio del placer”, es relevada por un nuevo par: Las pulsiones de vida, que incluyen ambas pulsiones de la oposición anterior, y la pulsión de muerte que busca la aniquilación del propio organismo, la vuelta hacia el estado de reposo absoluto. Es decir, alcanzar la muerte como finalidad última de la vida.

Con ello el inconsciente, su dominio, se expande y ya no es posible situarlo como un territorio aislado y claramente demarcado. De aquí la necesidad de Freud por configurar una nueva tópica.

El yo como instancia consciente y pensante es arrojado definitivamente de su papel protagónico y relegado, en esta nueva versión, a un lugar de extra periférico dentro del gran leiv motiv que constituye lo inconsciente.

A mi parecer esta nueva idea del yo como superficie diferenciada de ese gran iceberg desconocido es recogida por Freud en su texto “Notas sobre la pizarra mágica” donde va a teorizar sobre el modo en que registramos los sucesos que recibimos del exterior.

Subrayo exterior porque pienso que si bien en este período el inconsciente se reformula existe aún cierto guiño moderno que refiere a una separación entre interior y exterior. Guiño que Lacan más adelante desmitificará.

Pero estamos aun en 1925 y “hace algún tiempo ha aparecido en el comercio, con el nombre de “pizarra mágica”, un pequeño artificio que promete un mayor rendimiento que la hoja de papel o la pizarra. No pretende ser otra cosa que una pizarra en la que pueden eliminarse los caracteres mediante un cómodo manejo. Pero si uno lo estudia de más cerca, halla una notable concordancia entre su construcción y la de nuestro aparato perceptivo tal como yo lo he supuesto, y se convence de que efectivamente puede ofrecer ambas cosas: una superficie perceptiva siempre dispuesta y huellas duraderas de los caracteres recibidos.”[2]

Entonces nos va a decir que la estructura de este mágico block responde de manera fiel al modo en que nuestro aparato psíquico tramita la función de la percepción. Básicamente el artilugio consta de una lámina de celuloide adherida a un delgado papel que juntos recubren una tablilla de cera. La novedad consiste en que, sin necesidad de usar ninguna clase de tinta, sino que armado de un punzón, es posible escribir sobre la lámina de celuloide apareciendo lo escrito sobre el papel que en ese momento entra en contacto con la cera, agregándose el hecho de que al separar los dos elementos del contacto con la tablilla se borra el escrito y la superficie queda preparada para ser usada de nuevo una y otra vez.

El valor de esta analogía radica, según Freud, en que ella nos brinda una especie de plano topográfico del aparato psíquico. Por un lado esta la lámina sintética y el delgado papel que ésta recubre y, por otro, la tablilla de cera ubicada inmediatamente detrás. Correspondiendo el primero al sistema perceptivo consciente, zona receptora cuya superficie en contacto con el exterior no tiene como función retener ningún tipo de inscripción, y el segundo, la tablilla resinosa del inconsciente donde quedarían grabadas de forma permanente las huellas mnémicas, marcas estables producto del proceso de escritura-percepción que solo serían reveladas, legibles, “con una iluminación adecuada”.[3]

“Iluminación” que quedaría a cargo de un analista moderno, ilustrado, el cual comprometido con la solución del enigma que se le plantea en la superficie, se empeñaría en rescatar desde aquella zona interior, profunda, resinosa e insinuada discretamente, la verdadera traducción de la escritura inconsciente que, como sujetos, llevaríamos grabada muy a pesar nuestro transformado en una especie de expediente secreto x. Con la salvedad que aquí la verdad no está afuera, sino que en algún lugar indeterminado, latente, pero al interior.


La banda de moebius: La historia sin fin.

Al momento en que hemos dejado a Freud, el inconsciente ha devenido un concepto sometido a otra lógica, a otro tiempo, a otra dimensión del pensamiento, ubicado en algún lugar inespecífico al interior de nuestra geografía psíquica y desde donde, según un insistente dinamismo, afecta nuestra vida consciente.

Lacan va a releer a este inconsciente freudiano que sin duda nos transmite cierta idea de consistencia y, según he podido leer hasta ahora, intentará quitarle toda referencia sustancial.

De alguna forma, con su consigna del inconsciente estructurado como un lenguaje, dará la posibilidad a los analistas posmodernos de pensar en un inconsciente despojado de la ahora molesta idea de esencia.

Entonces, Lacan va a ocupar lo que tiene más a mano y que son las herramientas teóricas que manejan sus contemporáneos. En especial tomará los últimos avances en lingüística liderados por Jacobson y De Saussure. De ellos y especialmente de este último, extraerá el material para reeditar el inconsciente de su maestro.
Nos planteará que de algún modo el medio ambiente del sujeto es el lenguaje y que éste estaría como encerrado en sus propias frases. Arrojado inexorablemente a deslizarse a través de la cadena significante que lo estructura y le da efectos de sentido. De ello va a tratar su ópera prima “El seminario sobre la carta robada” donde intenta transmitirnos la crucial importancia que juega el orden simbólico en el destino de este sujeto.

Y también es ahí donde habrá que rastrear al inconsciente. En su peculiar modo de repetición dentro de este orden.

Repetición que nos remite a un remake del inconsciente dentro del cual no habrá que ir a buscar las causas y las determinaciones del sujeto en una supuesta profundidad, puesto que el sujeto mismo se produce en la superficie misma del discurso, ni tampoco en la oscuridad de su pasado, sino que en los efectos actuales de este inconsciente que de alguna manera revisa y restaura permanentemente el pasado de este sujeto.

De esta forma asistimos al planteamiento, también revisado y restaurado, del concepto de inconsciente. En este momento lo encontramos en el mismo plano del sujeto, ni adentro ni afuera, ni antes ni después, solo desplegándose como un efecto creativo que se alterna con el sujeto a lo largo de una banda de moebius. Banda que debido a una torsión especial de la cinta conecta sus bordes interior y exterior logrando un movimiento continuo que alterna sus caras en un único e infinito recorrido de un solo borde:

“Los he conducido por mis enunciaciones precedentes al hecho que se trata de erigir en su unidad de que el significante es corte, y ese sujeto y su estructura, se trata de hacerlo depender de esto, eso es posible en lo que les pido que admitan -y me sigan al menos por un tiempo- que el sujeto tiene la estructura de la superficie al menos definida topológicamente. Se trata entonces de comprender, y no es difícil, cómo el corte engendra la superficie. Es esto lo que he empezado a ejemplificar para ustedes el día en que, enviándoles como otros tantos volantes en no sé que juego mis superficies de Moebius....”[4]

Cruzado por la marca de su época, este nuevo tiempo del inconsciente actualiza una vez más el concepto. En palabras de J. D. Nasio, el panorama que se abre es este: “Ahora bien, y este es el punto difícil de formular correctamente, lo inconsciente existe, sí, pero en acto. Lo inconsciente no es un depósito virtual o latente de representaciones reprimidas, sino que está ahí, producido, realizado puntualmente en la falla de un enunciado o en una palabra singular...”[5]

Definido de esta forma estamos preparados para una última analogía.


The Matrix: El inconsciente de los hermanos Wachowski.

Hemos visto que con Lacan se han visto derribados varios mitos acerca del anterior concepto de inconsciente. Se le despojó de su buscada esencia, de su función de depósito de una verdad última, de su localización espacial, de cualquier atisbo de causalidad, etc., para ser presentado como un accidente que interrumpe cierta continuidad del discurso de un sujeto y que irrumpe provocándole su producción y, en el mejor de los casos, un acto de creación.
Este es el inconsciente que los hermanos Wachowski llevan, según mi propuesta, a la pantalla grande. Desde este punto de vista Matrix puede ser vista como el despliegue del concepto llevado al extremo. Una metáfora informática que nos muestra la posibilidad de pensar al aparato psíquico en el contexto de la posmodernidad. Como siempre, el escenario configura las posibilidades de la representación.

El film nos muestra a Thomas Anderson alias Neo (One, “el escogido”) al cual de pronto le surge la imprevista sospecha de que su vida podría perfectamente ser un sueño, un evento irreal. Este es el punto de partida para una serie de encuentros que le llevaran a conocer a un extraño personaje; Morpheus, quién junto a Trinity, una atractiva femme fatale cibernética, le darán las pistas necesarias para ver confirmada su intuición: El mundo que lo rodea no es más que una realidad construida dentro de la Matrix, un megaprograma que es capaz de replicar digitalmente todo el mundo humano tal como era antes de que las máquinas tomaran el control. Entonces, se le ofrece escoger entre seguir viviendo engañado, en la seguridad y comodidad de un mundo virtual o tomar la pastilla roja y despertar a una realidad detrás de la apariencia donde un grupo de humanos sobrevivientes en la ciudad de Sión, lucha por mantenerse fuera del control de la Matrix y su plan de dominio completo de la humanidad con el fin de ser usada como fuente energética. Obviamente escoge despertar.

Imaginemos por un momento esta matriz virtual, the Matrix. Se nos dice que es un programa lo que implica que esta creado a partir de un lenguaje, un lenguaje binario para ser más exacto, cuya combinación da los límites para todo lo que se pueda crear. Fuera de este registro nada puede existir en Matrix. Nada que pueda ser reconocido como existente al menos...¿No nos parece sospechosamente familiar a lo que Lacan denomina su registro simbólico? Por ahora sigamos al conejo.

Por otro lado, también tenemos una serie de personajes construidos sobre la base de una imagen confeccionada a partir de pixeles y que sin dudarlo mucho podemos hacer coincidir con una especie de registro imaginario virtual. Responsable, entonces, de que podamos tener en este mundo un edificio, una mesa, una chica que se pasea por la calle llevando un vestido rojo, etc. Todos ellos formando parte del engaño en que se nos mantiene: relación especular, de tu a tu, alienada, atrapada dentro de una ilusión creada basándose en impulsos electroquímicos. “Nada de esto es real, solo está en tu mente”, revela uno de los personajes.

También podemos encontrar un registro de lo Real. Para ilustrarlo es necesario retener solo la primera media hora del film. El momento justo antes que Neo comience a sentir los efectos de la pastilla roja. Cuando lo Real se intuye fuera de la Matrix, más allá, conectado a una línea telefónica convencional que sirve de contacto con sus intromisiones. Los mensajes enviados por Morpheus en clave DOS a través de la pantalla del ordenador del protagonista, los primeros y extraños momentos antes de que se entienda algo de lo que pasa, antes de entender porque una chica vestida de negro puede moverse de esa forma...etc...

Y, por supuesto, sin quien esto sería una monografía de otro tema, el inconsciente. Un error en la Matrix, un deja vu, un lapsus informático, un Mr. Smith, un spy ware intermitente, irrumpiendo sorpresivamente en la superficie de la esta matriz virtual y vulnerando la continuidad ininterrumpida del programa.

Este error en la Matrix incluso va más allá de lo individual, es un efecto de superficie, ni siquiera es un virus, sino que algún desfallecimiento, alguna perturbación de la continuidad del texto virtual. No viene del pasado ni del futuro, solo irrumpe, se produce durante el transcurso de una escena y produce algo nuevo, algo cambia necesariamente luego de su irrupción, algo que solo los que saben mirar pueden notar como una alteración en la red de configuración...

Entonces el inconsciente a fines de los 90´s, acorde con la época, podría ser analogado con esta alteración en la red programática, alteración de un sistema que estructura todo un mundo que se rige según sus leyes, pero que como todo lenguaje no puede dar cuenta de todo. En la Matrix hay fisuras y Neo está ahí para denunciarlas y combatirlas.

También Matrix es una metáfora de un aparato psíquico que va más allá del individuo. Estructurado según una matriz simbólica que edita todo lo que aparece en el nivel de nuestra existencia, pero que desfallece en los momentos en que se entromete una falla, un error en su continuidad, momentos en que se produce el inconsciente y que deja al descubierto una irrupción de lo Real. Claro que de algun modo se podría pensar que tomando la pastilla roja uno tendría la posibilidad de encontrarse con lo latente, con nuestros deseos inconscientes, con el inconsciente propiamente tal, pero sabemos que nuestro destino, por pesimista que suene, tiene la desventaja de nunca ser capaz de traspasar los límites de la Matrix...Eso según Lacan, no para los hermanos místicos Wachowski.


A modo de conclusión.

El itinerario del inconsciente, el tiempo histórico del concepto, seguirá estrenando un nuevo remake cada vez que sea necesario pensarlo desde la época al interior de la cual se está intentando reflejar.

De Freud a los hermanos Wachowski podría llamarse a este tramo de la filmografía sobre el inconsciente. Sin duda pueden haber otros, pero para el psicoanálisis siempre partirá por el maestro vienés, punto de referencia obligado para cineastas-analistas que han tomado su nombre de aquel primer legado continuamente revisitado al modo en que se hace con los hermanos Lumiere en el celuloide.

Porque si bien el tiempo no representa nada para el inconsciente, para sus leyes, el concepto en sí mismo esta íntimamente ligado y retraducido por el de la historia, por el del contexto dentro del cual se expresan sus manifestaciones.

Manifestaciones que según la década de estreno tomará la forma de una “conciencia segunda” , un jeroglifo, un block mágico, un deja vu virtual, una falla digital, un error en la Matrix. Siempre en continua reformulación. Movimiento continuo que nos deja siempre pendientes y expectantes de lo que será la siguiente versión...


Bibliografía.

- Freud, Sigmund. Obras completas de Sigmund Freud. Estándar Edition. CD Rom.

- La Interpretación de los Sueños.
- Notas sobre la Pizarra Mágica.
- Lo Inconsciente.

- Lacan, Jacques. Versión Obras Completas CD ROM.

- Seminario 3. Las Psicosis.

- Seminario 9. La Identificación.

- Nasio, J. David. El Inconsciente es un Nudo entre Analista y Paciente.
Ed. Nueva Visión, 1994. B. Aires.

- Contribución al Análisis del Concepto de Inconsciente en la obra de Sigmund Freud. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Dep. de Psicología.

[1] “Contribución al Análisis del concepto de Inconsciente en la obra de Sigmund Freud”
[2] “Nota sobre la pizarra mágica” (1925).
[3] Ibid anterior.
[4] Jacques Lacan. Seminario 9: La Identificación. Clase 22.
[5] J. D. Nasio. El Inconsciente es un nudo entre analista y paciente.

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