jueves, 8 de julio de 2010

Hacia el sujeto de Freud y del psicoanálisis. Autor: Pablo Grosz S.

‘Lo que hubo es lo que habrá, y lo que hacemos es lo que se hará
y no hay nada nuevo bajo el sol’ (Eclesiastés, 1:9) [iii]

Una invitación para participar de un congreso psicoanalítico en Israel, rezaba así:

La manera que tiene Lacan de descifrar los textos es conocida desde hace tiempo. Desde milenios, en efecto, los judíos se empeñan en estudiar, comentar, explicar el texto sagrado a partir de reglas que son: la interpretación metafórica y metonímica, la inversión de sentido, el recorte de la palabra en fragmentos distintamente significativos, su recomposición invertida o alternada, la lectura al revés, la conexión con otras palabras que comparten una misma letra, la combinatoria numérica, etc. (...) [iv].

Bastaría, a quien esté familiarizado con el psicoanálisis, afirmar que tal hermenéutica enraíza su método de trabajo en el Talmud y en la Kabaláh; lo que estos textos realizan con la palabra bíblica, en el psicoanálisis se realiza en la palabra del Sujeto.

En el análisis del olvido del nombre “Signorelli” presentado como paradigma de actos fallidos de la vida cotidiana encontramos elementos que permiten proseguir la investigación. En efecto, se destacan determinantes adicionales para el célebre olvido del propio Freud, que si bien no lo descubrió explícitamente en su análisis, dejó marcas que permiten seguir un sendero. El recorrido es análogo al que George Haddad encuentra en La interpretación de los sueños, en tanto es: 1) Una marca hebrea; 2) Inconsciente; 3) Lugar inaugural en la obra de Freud; 4) De carácter paradigmático, deviene formación inconsciente del propio Freud que cruza, de distinto modo, la Traumdeutung y la Psicopatología de la vida cotidiana). En resumen: 5) Una letra que insiste en inscribirse y cuya localización en la cultura judía es la puerta de un hogar o habitación.

1. Una letra sagrada en La Interpretación de los sueños, descubierta por Haddad y Lacan.

Situar el Talmud como fuente del psicoanálisis, constituye parte de la exploración llevada a cabo por Gérard Haddad. Es posible citar para proseguir luego con lo que nos proponemos agregar un aspecto del análisis que hace Freud del sueño de Irma (Haddad, 1981), sueño que es, sin duda, pilar de la obra fundamental de Freud: Die Traumdeutung [v].

Freud, sueña (1979) que indica a Irma paciente que allende el sueño ha rechazado esa indicación, esto es, la cura psicoanalítica una solución de trimetilamina, ‘(...) la formula está impresa en caracteres gruesos, como si quisiera destacar del contexto algo particularmente importante’ (p.137) comenta Freud. Por su parte, Haddad analiza esta solución, en lo que podríamos llamar sus tres elementos: tri: tres, met: muerte, min: sexo (los dos últimos son términos hebreos). Es decir, la trimetilamina encierra, en sus caracteres, lo que llegarán a ser los tres fundamentos de la teoría psicoanalítica: triángulo edípico, sexualidad y tánatos o pulsión de muerte.

Pero Haddad, no se detiene en el umbral, llega hasta la estructura molecular de la trimetilamina; descubre que su fórmula se corresponde geométricamente con la letra hebrea shin [vi], la que evoca a Dios por su letra inicial, abreviación de uso frecuente, uno de sus apodos o alusiones (Todopoderoso: shadai: שּׂדּ; el hebreo corre de derecha a izquierda y no posee escritura necesaria en las vocales). Pero, a su vez, este nombre es abreviatura de otra alusión, compuesta de tres palabras Shomer Dlatot Israel: “el que cuida las puertas de Israel”. La letra shin, cuya estructura de carácter sagrado ya detectó Lacan (1987) aunque por motivo no explicitado se inscribe en las puertas, en las mezuzot que los hogares judíos tienen clavados en el marco de las puertas, indicando que allí habita un hebreo [vii]. La ubicación de la mezuzá, en la puerta, coincide con el lugar de la inyección de Irma y constituye el primer análisis paradigmático en la obra escrita de Freud: en la entrada, se ubica la letra shin (ש). La letra es, además, la inicial del nombre hebreo de Freud, Shlomo (Salomón).

Hasta aquí hemos parafraseado a Haddad pudiendo parecerle al lector todo ello un sinsentido o, a lo menos, un cúmulo de afirmaciones sospechosas. Las próximas evidencias que presentamos concernientes al rol que juegan tales raíces en el inconsciente freudiano, confirman la hipótesis de la inscripción hebrea y de su marca en la génesis del inconsciente psicoanalítico, de sus huellas en la técnica de desciframiento.


La huella en la Psicopatología de la vida cotidiana.

‘Lo que tenía que decirles sobre los Nombres-del-Padre, en efecto no intentaba otra cosa que el cuestionamiento del origen, es decir averiguar mediante qué privilegio pudo encontrar el deseo de Freud, en el campo de la experiencia que designo como el inconsciente, la puerta de entrada’ (Lacan, 1987: p. 20).

Luego de haber repasado el análisis de Haddad y agregado algunos comentarios, aportaremos lo que nos parece un interesante hallazgo en la Psicopatología de la vida cotidiana, con el “Olvido de nombres propios”. Allí, Freud, está interesado en mostrar que el psicoanálisis permite la lectura del inconsciente en base a errores y actos fallidos de la vida diaria. Recordaremos aquí su olvido, del que Freud, tan metódico y sistemático como siempre, sin embargo, no repara; no podría ser de otra manera, sólo lo preconsciente nos es accesible, no así lo inconsciente. Freud nos cuenta de su viaje en tren con destino a la Herzegovina al momento de entablar un diálogo con un desconocido; éste le comenta, primeramente, cómo los residentes turcos de la zona se resignan ante la muerte y confían en el médico; según le contara un colega, cuando alguien muere dice: ‘Sr. (Herr), ¡Qué le vamos a hacer! ¡Sabemos que si hubiere sido posible salvarle, le habrías salvado!’ (Freud, 1979b: p. 756). Con posterioridad, Freud recuerda un segundo comentario anecdótico, en el cual, por referirse a un tema escabroso, omite al relator. El recuerdo gira en torno a la importancia que conceden los turcos a la vida sexual; le dicen al médico: ‘Tú sabes muy bien, señor (Herr), que cuando eso no es ya posible, pierde la vida todo su valor’ (p. 756). Este diálogo precede al olvido de Freud y luego pregunta su interlocutor si ha visto en Orvietto los frescos de ‘Las cuatro últimas cosas de... ‘ (p... 756); en sustitución del nombre olvidado, menciona a Boticcelli, y luego a Boltraffio, sabiendo que yerra; un tercero, allí presente, le recuerda que se trata de Signorelli.

Las asociaciones y el análisis método que propone en este capítulo lo llevan a considerar como determinante del olvido, un proceso represivo asociado al tema que decide evitar conscientemente, que incluye sexualidad y muerte: en la ciudad de Trafoi le habían comunicado acerca del suicidio de un paciente al que atendiera durante largo tiempo aquejado de una perturbación sexual incurable; suceso triste que lo afecta, aunque evite pensar en ello. Freud, explica su método para encontrar los determinantes del olvido del nombre propio y la consiguiente sustitución por otro. En su análisis, maneja los nombres de un modo análogo a cómo se manejan las imágenes gráficas que aluden a fragmentos de frases, con la que se forma un jeroglífico (p...758):

Freud concluye que los condicionantes del olvido del nombre acompañado de un recuerdo erróneo son:

a) Una determinada disposición para el olvido del nombre.
b) Un proceso represivo llevado a cabo poco tiempo antes.
c) La posibilidad de una asociación externa entre el nombre que se olvida y el elemento anteriormente reprimido.

Nos ocuparemos, no obstante aquí, a más de un siglo del hallazgo freudiano, de otras condiciones para el olvido del significante Signorelli, no consideradas por el autor y que se refieren a la letra a) antes citada. En primer lugar se destaca una repetición: Signorelli → Signor/Elli. Elli ―como recordarán cristianos y judíos― significa “Dios mío” en hebreo y deviene vocablo conocido transculturalmente; baste recordar las últimas palabras atribuidas a Jesús en la cruz. Freud, parece haber olvidado a Dios en la palabra que lo alude y ha repetido su olvido: Olvidando al señor (Signor) y en su lugar recordando a Boticcelli (1); olvidando a Elli en Boltraffio (2); en el mismo análisis posterior al acto de olvido en el tren, pues no considera la palabra Elli, significante definitivo para el judío que habita en Freud (3). El propio Freud la deja gráficamente subrayada, es decir, consigna su marca (ver figura 1).

Lo hasta aquí expuesto parece ser suficiente para afirmar, que todo ello es expresión simbólica de la muerte del padre, y por extensión metafórica, de la muerte de Dios. Lacan, así lo muestra en consideración exclusiva a la palabra Herr: ‘El término Signor pasa hacia abajo, Herr: el Amo absoluto, la muerte absoluta para decirlo todo, desaparece allí. ¿No vemos perfilarse, tras ello, todo lo que Freud necesita para encontrar en los mitos de la muerte del padre la regulación de su deseo? Después de todo coincide con Nietzsche para enunciar con su propio mito que Dios ha muerto’ (Lacan, 1987: p. 35). Esto pudo decirlo Lacan, sin haber notado el significante Elli, lo que comprueba, una vez más, la aptitud de Lacan para ver en la profundidad, para ver las estructuras que alientan las olas, sabía que el significante Elli rondaba por allí. Algo referido a la muerte del Padre, se verifica en Moisés y la religión monoteísta, en tanto que Freud entrega una versión diferente de las escrituras sagradas que le vienen de su padre y de su abuelo [viii], relativa al origen y al supuesto asesinato de Moisés [ix].

Partir de la palabra, se trata de la misma técnica que utiliza Freud para el análisis del significante Signorelli― y que manifiesta la fuente talmúdica sintomáticamente olvidada. Nos ha dicho Freud, en el texto en cuestión, cuán frecuente es su olvido de nombres parecidos al suyo. Sin percatarse, igual cosa le sucede aquí:

Sig/norelli. Tenemos entonces: Sig: Sigmund: S. Lo que nos da: S/ignor/elli, es decir, “Sigmund ignora [x] a mi Dios”, lo cual, podría aludir al imperativo: S: ¡Ignora s mi Dios! O en su defecto, una afirmación: (Sig) ignores Elli. Esta muerte simbólica y negación del padre permite que lo reprimido rebrote en el psicoanálisis. El psicoanálisis sólo puede nacer con la muerte de la religión, con la muerte simbólica de Dios. La causa proviene del inconsciente y no de Dios. Es, bajo este expediente que se atraviesa una cura y que se adquiere libertad sobre los síntomas. Para que surja el sujeto, la operación psicoanalítica requiere de esta muerte simbólica. De Sig ignores elli, surge una pregunta: ¿Quién habla? ¿Quién dice, ―Sigmund ignora a mi Dios?. Sólo puede ser un Sujeto que habita en Freud ¿No es acaso expresión de un Sujeto del inconsciente [xi], cuyo Dios es ignorado, que viene del padre?

Nos encontramos también aquí con alguien que acuña esta obra fundadora que es el psicoanálisis: Sign/or/Elli: “Firma la Luz de mi Dios”. En hebreo or es luz; or elli, significa: la luz de mi Dios. Si Freud no ha tenido reparos en considerar en su análisis, varias lenguas a la vez, no vemos obstáculo para que la palabra inglesa sign, (signe, en francés), junto con los términos hebreos con los que Freud muy probablemente se encuentra, no puedan ser incluidas también aquí.

Es como si un Sujeto dijera que en el escrito de Freud permanece la rúbrica negada de la luz de Dios; luz que no se extingue con su desplazamiento. En igual dirección nos lanza el término, signo: “Signo de la luz de mi Dios”. Es una luz quien habla, un reflejo del Padre, algo y alguien que es signo de su luz, aunque Freud ignore tanto a Dios, como al sujeto que lo habita. Una afirmación diferente nos re-orienta, si no la leyéramos en este jeroglífico, deberíamos pronunciarla nosotros mismos: Sig/nor/Elli; (ni) Sig (mund) ni mi Dios. Si no es ni Sigmund, ni Dios, ¿Quién es, entonces? No es el yo, no es el Freud que cree haber dispuesto el psicoanálisis conscientemente; tampoco su Dios, ni el Dios del Sujeto. Es el lenguaje el que ha permanecido, que ha llegado hasta aquí vivo, que viene de Moisés, de la palabra de su Dios anterior a Moisés.

Pero, retornemos al olvido de Signorelli; recordemos que Freud relata que el cuadro de las cuatro últimas cosas, está en la Catedral de Orvietto. Sabemos que se trata de un fresco apocalíptico que comparece junto al del juicio final. Un juicio, ciertamente, amenazante tratándose de un judío que representaría la negación de Dios. Al análisis del sueño o del olvido, es menester la interpretación; según la ley descubierta por Freud han de contar las asociaciones del sujeto en cuestión. Esa es la distinción que se confronta con los métodos anteriores en orden a descifrar sueños: no llamaríamos con justeza, interpretación psicoanalítica, a la que no se rigiera por tales asociaciones.

Por una parte, la concatenación de las sílabas; por la otra, la co-incidencia de la localización del significante trimetilamina en la hermenéutica del sueño con su letra subyacente Shin [xii], permiten sostener la hipótesis de la inscripción hebrea, del Dios monoteísta y, sobre todo, de la metodología de desciframiento talmúdica y cabalística. Esta hipótesis se sostendría si no contáramos con las asociaciones de Sigmund Freud pero, aún siendo así, las poseemos: a continuación de su análisis de Signorelli, inmediatamente después, prosigue con el capítulo referido al “Olvido de nombres extranjeros” (Freud; 1973b) ―Elli cabe en esta categoría. Freud hace referencia a la conversación con un joven judío, el cual, se refiere a la condición social del pueblo al que pertenecen; se lamenta de que su generación estaba destinada a la atrofia (término proveniente del griego: a, privado de; trophé, nutrición). Podemos continuar avanzando y retrocediendo por la red significante de Freud, y reencontrarnos con lo mismo repetido, en: Signor/elli Boticc/elli Bol/traffio; no aparece ya elli, pero el significante atrofia se ubica en su lugar.

No lo olvidemos, Freud comienza La interpretación de los sueños, citando a Virgilio: Flectere si nequeo superos, achorenta movedo: Si no puedo conciliar a los dioses celestiales, moveré a los del infierno (Freud, 1987: p. 1). Freud no puede conciliarse con Dios, esta es la idea en juego; la cita se opone a la concepción de un Dios único, terriblemente inquietante para el espíritu judío.

Referencias

Freud, S. (1979). La interpretación de los sueños. El método de la Interpretación de los sueños. Análisis de un sueño paradigmático. (pp. 118-141) En J.L. Etcheverry (Trad.) (9a reimpresión),Obras Completas v. IV. Buenos Aires: Amorrortu. (Original en alemán fue publicado en 1900)
― . (1973). Psicopatología de la vida cotidiana. Olvido de nombres Propios. En Luis López Ballesteros y de Torres (Trad.) (3a edición), Obras Completas v.I. (pp. 755-758). Madrid: Ed. Biblioteca Nueva. (Original en alemán fue publicado en 1901)
― . (1973b). Psicopatología de la vida cotidiana. Olvido de palabras extranjeras. En Luis López Ballesteros y de Torres (Trad.) (3a edición), Obras Completas v.I. (pp. 759-931). Madrid: Ed. Biblioteca Nueva. (Original en alemán fue publicado en 1901)
Grosz, P. (1989). Hacia el sujeto del inconsciente del psicoanálisis. En El Discurso Psicoanalítico v. I (pp. 48-51). Santiago: Editorial Gonzalo Hidalgo.
Grosz, P. (2005). El sujeto de Freud y del Psicoanálisis, en Revista Babel, 2005. Universidad Bolivariana. Editor: Sergio Witto y Patricio Vergara. Vol. 1 N0 3-4.
Hadad, G. (1981). El hijo ilegítimo. Israel: La semana.
Lacan, J. (1987). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. En J. Lacan, El Seminario. Libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Barcelona: Paidós. . (Original en francés publicado en 1973)
__ . (1988). El Seminario. Libro II: El yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica. Barcelona: Paidós. (Original en francés publicado en 1978)
― . (1992). El Seminario. Libro XVII. El reverso del Psicoanálisis. Barcelona: Paidós. (Original en francés publicado en 1975)

Notas:
[i] Este artículo está contenido en Grosz, 1989. Por error se publicó, entonces, con una página de menos. Aparece aquí corregido y con algunas modificaciones [Nota del E.]. Se reproduce aquí el artículo tal como se publicó en Revista BABEL (Grosz, 2005) de la Universidad Bolivariana.
[ii] Psicoanalista Asociación Lacaniana Internacional, Fundador y ex Coordinador del Consultorio Plus, ex miembro de Grupo Plus). Ex Profesor de Psicopatología y Psicoterapia psicoanalítica, Universidad Bolivariana. Coordinador y fundador de Agrupación Psicoanalítica Lacaniana: Sigmund Freud. Psicólogo en Fundación de niños en riesgo ¨Or Shalom.
[iii] Se trata de una traducción del hebreo y corresponde al autor del presente artículo [Nota del E.].
[iv] Traducción del original francés, gentileza de Colette Debeuf. La cursiva es nuestra.
[v] Rafael Parada me ha sugerido que La significación de los sueños, sería una traducción más acertada.
[vi] Shin = שּׂ. Lacan vio en la estructura triple, de la Trimetilamina el significante AZ, representando el símbolo, el lenguaje, el significante arbitrario: ‘Podemos examinar la estructura de esta palabra, que se presenta aquí en forma eminentemente simbólica pues está hecha de signos sagrados.
CH3 CH3 CH3
Az’ (Lacan, 1983/1988: p. 240).
[vii] La mezuzá contiene un pequeño pergamino enrollado, que lleva el rezo ¡escucha Israel! (shma Israel, que se inicia, igualmente, con la letra shin).
[viii] De su biografía sabemos, concretamente, del regalo que recibió de su padre, se trata de la Biblia de éste encuadernada en cuero.
[ix] En el Seminario 17, Lacan cuestionará las fuentes de las que se vale Freud para especular sobre el asesinato de Moisés (Lacan, 1992).
[x] El mismo Freud verifica el papel de palabras extranjeras en los olvidos. Ignore es inglés, y coincide con la misma raíz en alemán y español; todas lenguas que Freud dominaba. En su lengua materna S ignor(ier)e lli, en imperativo se diría ¡Ignorieren El!, ¡Ignorieren Sie, Sigmund! (¡Ignore a Dios ¡Ignore Ud., Sigmund!). Todas las letras están presentes en Signorelli.
[xi] Expresión acuñada por Jacques Lacan, para referirse a aquel sujeto inconsciente que no es el yo.
[xii] Agregamos aquí que es también la letra Sin, según donde se inscribe sobre ella un punto, lo que le da la fonética de la S, de Sig....

lunes, 5 de julio de 2010

Blade Runner: El sujeto replicado. Autor: Osvaldo Silva M.

Seminario: El Edipo y sus vicisitudes.Coordinadora: Mariana Fagalde.

“Si los registros del ser están en algún lado,
a fin de cuentas, están en las palabras.
No forzosamente en palabras verbalizadas.
Puede que sea un signo en una muralla…
( )…No queremos decir otra cosa cuando decimos que
el complejo de Edipo es esencial para que el ser humano
pueda acceder a una estructura humanizada de lo real”.
(Jacques Lacan, Seminario de Las Psicosis)

Freud desplazándose a lo largo de las coordenadas de su teoría denuncia un límite: existiría una roca mítica que permanece inalterable, que se hace imposible atravesar y que, según intuye, se encontraría en algún lugar situado en los orígenes de sus pacientes neuróticos. Momento cronológicamente inaprensible, aunque rastreable en la narración de las infancias de los sujetos. Una especie de parto que prescinde de las huellas amnióticas de rigor. Parto que no deja rastros de sangre, pero que no está exento de dolor. Parto que invierte su dirección, que ya no trata de una expulsión, ya antes realizada, sino de una incorporación, un acceso a un gran útero atemporal, a una gran matriz virtual que nos preexiste y que, al mismo tiempo, nos permite quedar entramados en la compleja red de relaciones con nuestros semejantes. Una enter-password que nos permite el acceso a lo humano propiamente tal.

Si bien Freud parece no haber explicitado su teoría del sujeto, parece también cierto que ella se encuentra cifrada a lo largo de toda su obra, constantemente referida y entre líneas. Entonces Lacan hará gala de su perspicacia y disciplina para, en su retorno al maestro, despejarla y, de pasada, disfrazado de una relectura, proponer un paso más en su elaboración.

En este recorrido, según alcanzo a entender, cobrará una importancia esencial el tema del Edipo. Drama amoroso familiar revestido de celos y envidias que unido al concepto de castración se alzará como respuesta mítica a ese momento crucial en la estructuración del sujeto en el contexto particular de la experiencia psicoanalítica.

Este trabajo pretende ser un intento de dar sentido a mi propia elaboración del tema, a mi propio recorrido teórico aún incompleto, a mis propias dificultades y malos entendidos, pero también a mis aciertos…Al menos eso espero.

Para ello me valgo del ejemplo de los maestros: Freud lee a Sófocles y su Edipo Rey. Por su parte Lacan hace lo mismo con Poe y su Carta Robada. Todo ello con el fin de mostrar en movimiento los conceptos acerca de los cuales teorizan. En este caso, guardando las proporciones, obvio, yo veo a Ridley Scott y su film “Blade Runner” y ello me permite pensar el Edipo y el origen del sujeto en 35 mm. Y así poner en contexto, en relación, mis avances hasta ahora sobre el tema. Lo demás…a la salida de la función…

Sujeto y Psicoanálisis.

Sin duda el tema del sujeto no es un tema ligado específicamente al psicoanálisis. Lo vemos abordado desde una serie de perspectivas distintas. Ya desde la filosofía, la religión, la literatura o en el arte en general. Quizás lo particular del psicoanálisis sea el lugar donde intenta pensar a ese sujeto. La ubicación donde intenta localizarlo.

Freud, quizás sin quererlo, o quizás sí, a través de su trabajo destituye al yo, a la conciencia, de su protagonismo dentro del pensamiento occidental, ilustrado, heredero del Renacimiento. Relega al sujeto hacia una zona desconocida, una dimensión oscura y profunda, desde donde solo podemos acceder a sus efectos visibles solo en la superficie. Revolución copernicana que alborota la susceptibilidad de su época y que estrena, no sin escándalo, lo que será su “psicología de las profundidades”.

El impacto deja heridas y fracturas expuestas. El animal humano ya no sería tan libre como se solía pensar. El libre albedrío es denunciado como una simple ilusión y la fe en el individuo, consciente, racional, se pierde para siempre. Incluso Dios se estremece.

El psicoanálisis viene a postular nuestro total sometimiento a los determinismos tan dominantes como cualquier otra especie. Excepción hecha de nuestras habilidades lingüísticas y nuestro raciocinio que nos aparta de una relación directa con la naturaleza, que la hace imposible. Habilidades peculiares que inéditamente nos da la posibilidad de preguntarnos por nuestra propia existencia o amar, odiar, mentir, hacer chistes y darle a la sexualidad la más variada gama de variantes.

Entonces desde Freud surge un nuevo sujeto, uno más bizarro, un sujeto que en psicoanálisis se le denomina del inconsciente, siendo a su vez el inconsciente la condición de esta subjetividad. Una subjetividad escindida con la que tendremos que arreglárnosla y que, según Lacan, piensa donde no es, luego es donde no piensa.

Un sujeto que por un lado renuncia a la satisfacción de sus deseos en pos de la convivencia con sus prójimos y que por otro lado se rebela ante esta adecuación, que nunca se apacigua completamente, que siempre manifiesta, de una u otra forma, el inevitable malestar que le produce la cultura.

Pero ¿Cómo rastrear el momento en que este sujeto hace su aparición en escena?

Pienso que el trabajo teórico de Freud apuntó en esa dirección quizás sin proponérselo de manera concreta. Que en algún momento surgió como una necesidad práctica, un eslabón necesario para continuar pensando el psicoanálisis, y que el despliegue que elabora acerca del complejo de Edipo tiene que ver con una construcción, con un intento de respuesta en ese sentido.

Si Freud tiene que recurrir al mito debería hablarnos de lo inaprehensible de ese momento, de su condición límite a toda explicación causal. Aún así él insiste y da muestras de su genialidad. Lo construye en la medida que avanza, en la medida que surgen obstáculos y con ello le da el sello que acompañará, en todo momento, a la disciplina que inaugura.

El recorrido del psicoanálisis no es fácil, a Freud le lleva toda una vida y en algún momento incluso se confunde con ella. Su teoría lo abduce. Nada parece interesar fuera de sus límites, aún así transmite su deseo de que sea constantemente repensada, que esté siempre en movimiento, que nunca se pueda decir la última palabra y caer en la ilusión de un saber establecido.

Me parece que es eso lo que convierte al psicoanálisis en una experiencia única. Transmitida desde la propia e irrepetible marca de la seducción a través de la cual nos dejamos atrapar por ella. Cosa que, según creo, no deja de tener efectos en nuestro trabajo clínico.

Es dentro de esta experiencia cuyas coordenadas parecen ser la sexualidad y la muerte, que acepto el desafío de ahondar en sus conceptos y, en este caso en especial, pensar acerca de este sujeto que es, de alguna forma, efecto mismo del psicoanálisis. Trayecto durante el cual repetidas veces me encontré con la escena edípica lo que me hizo sospechar su crucial importancia y, también, imposible no abordarla.

Escena que me hace pensar en Freud como un miembro más dentro de una especie de gran hermandad que a lo largo de la historia ha cuestionado el sujeto de su época. Si en la Edad Media el golem, como criatura que surge del deseo de crear un ser humano copiando la receta de Dios, cobra vida a partir de una palabra fundamental, una de tal verdad que solo el hecho de grabarla en la frente de un modelo de barro traerá su despertar en medio de la oscuridad que rodea a los alquimistas, en la época del Romanticismo, será Victor Frankenstein quién retomará el intento por cuestionar los progresos de una ciencia que ambiciona divinizarse a través del nacimiento de su propia criatura y sus experimentos con la energía eléctrica como vía para conseguir el tan añorado soplo de vida.

Luego vendrá Freud, quién relevará a sus antecesores planteando su propia versión del surgimiento del sujeto humano en la época del individuo autoconsciente y autodirigido. Para ello hará entrar al espíritu santo, humanizador, a través del Edipo y la posibilidad de acceso a la cultura…y más tarde Lacan lo subtitulará con su teorización acerca del lenguaje y lo simbólico…

El momento del Edipo.

El complejo de Edipo no se encontraba en un principio. Freud tuvo que darse cuenta que, por más bien intencionados, sus pacientes le mentían para recién considerar que el trauma sexual de su revisada teoría de la seducción podía ser fantaseado. Desde entonces se ve llevado a plantear, aún en contra de la mirada escandalizada de su época, que en la infancia la sexualidad juega un importante papel.

En su texto “La organización genital infantil” de 1923 Freud confiesa “Es bien demostrativo de la dificultad que ofrece el trabajo de investigación en el psicoanálisis que rasgos universales y constelaciones características puedan pasarse por alto a despecho de una observación incesante, prolongada por decenios, hasta que un buen día se presentan por fin inequívocamente; con las puntualizaciones que siguen querría reparar un descuido de esa índole en el campo del desarrollo sexual infantil”. Desde aquí el encuentro con la diferencia sexual complejizará aún más el panorama del complejo de Edipo.

La adición de la amenaza de castración y el despliegue de la etapa fálica dará la articulación necesaria para darle la vital importancia a este período en la constitución del futuro sujeto.

Llega a ser tan importante que Freud, asumiendo las diferentes formas en que la escena edípica se atraviesa en el caso del varón y la niña, dirá en su texto “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” a propósito de esta escena que “...es algo tan sustantivo que no puede dejar de producir consecuencias, cualquiera que sea el modo en que se caiga en él o se salga de él”.

La salida implica un logro cultural. Un ordenamiento de las pulsiones parciales polimorfas de la infancia al modo de una canalización necesaria para vivir en sociedad. Una cosa por otra, quid pro quo. No todo es posible. Habrá que asumir la propia castración. O como dice el versículo bíblico “Todo te esta permitido, más no todo te conviene, no todo te edifica”.

De alguna manera, pensándolo a partir del versículo anterior, la escena en que Adán y Eva son expulsados del paraíso me parece muy en la línea edípica pensada por Freud. El niño es expulsado de su paraíso imaginario consecuencia de la ley del Padre. Por comer, o intentar comer, de lo que no se debía es separado de la madre naturaleza. ¿Prohibición del incesto? Puede ser.

Lacan retomará el tema del Edipo insertándolo en una trama más compleja dándole un estatuto simbólico. El incorpora la dimensión del lenguaje trasformando este pasaje en un acceso a la posibilidad de formar parte de la humanidad.

Ya en su primer seminario, donde Lacan da especial énfasis al tema de lo simbólico, nos habla de la necesidad de reconocer la situación del sujeto en este orden simbólico, reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las relaciones simbólicas que cubriría todo el campo de las relaciones humanas, y cuya célula inicial no sería otra cosa que el complejo de Edipo, lugar donde se decide la asunción del sexo.

Más adelante, en el mismo seminario nos dirá “El desarrollo sólo se produce en la medida en que el sujeto se integra al sistema simbólico, se ejercita en él, se afirma a través del ejercicio de una palabra verdadera...( )...Sin duda no cualquier palabra: en esto radica la virtud de la situación simbólica del Edipo...( )...Verdaderamente ésta es la llave, llave en verdad pequeña...” Pequeña, pero esencial para que el ser humano pueda “acceder a una estructura humanizada de lo real”. Al menos hasta que no se piense en otra posible llave.

Para Lacan está claro. Si el cachorro humano no es capaz de incorporarse a este orden que lo preexiste, que ordena su mundo en relación con sus semejantes no podríamos hablar de sujeto, de sujeto neurótico al menos. Sin la introducción del significante y sus leyes se estaría perdido.

Esa es la virtud del Edipo, el pasaje de la Madre al Padre vía la castración. Oportunidad de acceder a una posición subjetiva ante el Gran Otro, el Otro del Lenguaje, el reservorio de significantes, etc.

Por otra parte, y esto pensando en algunas de las críticas que se plantean a la teoría lacaniana, aquello no significa que un sujeto se hará más o menos humano según logre transformarse o no en una figura abstracta, etérea, un ectoplasma sin cuerpo arrojado de significante en significante condenado a vagar eternamente. Esto no haría más que olvidar la estrecha e imbricada relación existente entre los tres registros aportados por Lacan: real, simbólico e imaginario.

Según lo entiendo, para Lacan lo humano tendría la particular característica de ser una humanidad parlante, de ocupar esa compleja estructura de símbolos que es el lenguaje. Por un lado el acceso a sus leyes, pero también el modo particular en que hacemos uso de él una vez instalados. Cuerpo atravesado por este lenguaje. Palabra encarnada en un sujeto que habla y que no deja de tener efectos. Que de algún modo anuncia o cifra su deseo. Que de algún modo dice menos de lo que quiere, pero al mismo tiempo también lo excede. Sujeto radicalmente escindido, moi ( yo en francés, pero en su dimensión imaginaria) y por otro lado Je (sujeto en su dimensión simbólica). Sujeto del enunciado/Sujeto de la enunciación, respectivamente.

Si nuestra morada es el lenguaje, el deseo sería nuestro motor. Y el modo de acceso al estatuto de sujetos deseantes sería aquella mítica operación simbólica inserta en el Edipo, aquel primer significante, S1, Nombre del Padre, que a través de su acción metafórica primigenia nos inserta en la cadena simbólica donde se desplegará nuestro deseo. Deseo que se empeña en colmar una falta radical. La de aquel primer objeto perdido irremediablemente para siempre.

Ahí la clave de nuestro ser-humanos-en-el-mundo. Ser sujetos de un deseo que se juega en otra escena, cuya satisfacción plena se nos escapa, pero que al mismo tiempo nos mantiene en la promesa imaginaria de un goce posible. Ilusión que nos mantiene ocupados durante ese rodeo más o menos breve que es la vida mientras nos alcanza la muerte.

Debo aclarar que del sujeto que hablo es específicamente él de la neurosis. Sin acceso a la ley del significante no existe neurosis nos advierte Lacan. Por ello, la perversión y, sobre todo, la psicosis quedan en suspenso hasta otra ocasión.

Un poco de cine.

Si el breve recorrido que he elegido me ha llevado a tomar la escena edípica como momento simbólico crucial para la constitución del sujeto pensado desde el psicoanálisis, lacaniano específicamente, aquel primer encuentro con la ley del significante donde la metáfora paterna muestra todo su efecto humanizante, me queda intentar mostrar como podría pensarse su puesta en escena en el film que he escogido en esta oportunidad.

Luego de esta apretada sinopsis basta acomodarse en la butaca mientras las luces se apagan y comienza la función…

Blade Runner, film basado en la novela “Do Androids Dream Of Electric Sheep?” (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), del escritor Phillip H. Dick, fue dirigida por el director Ridley Scott y estrenada en las salas de cine en el año 1982. Un año después de la muerte de Jaques Lacan. Probablemente si él hubiese alcanzado a ver esta película habría tenido que escribir más de algún texto sobre ella. Mínimo.

La historia nos instala en el año 2019. La corporación Tyrell ha diseñado una serie de replicantes (androides) con el fin de realizar los trabajos indeseables para el ser humano. Nexus-6 corresponde a la generación más avanzada, fueron diseñados con una inteligencia equivalente a los ingenieros que los crearon. Debido a ello fueron considerados una peligrosa amenaza y se les prohibió habitar en la Tierra. Sin embargo, seis de estos replicantes, pese a todas las medidas de seguridad, escapan y logran llegar hasta nuestro planeta. La policía ha decidido encargar al detective Deckart (Harrison Ford) un blade runner, una especie de caza-replicantes, el trabajo de eliminarlos.

Deckart, eficiente y metódico, los irá eliminando uno tras otro y, en el trayecto, como de pasada, se enamorará de Rachel, una hermosa replicante modelo experimental.

¿Por qué escoger este film en particular? Básicamente porque me da la posibilidad de pensar el tema del sujeto a partir de estos personajes, los replicantes, que tratan de ser una réplica biomecánica tan fiel al modelo humano original que logran convertirse en una amenaza.

Se podría decir que en la novela de Mary Shelley, su Frankestein, se aborda el mismo tema. Claro, pero con la sutil diferencia que su criatura nunca deja el estatus de monstruo. Nunca llega al nivel de confusión con la imagen de su creador. No logra dar ese paso y creo que tampoco fue la intención de su autora. La deja en el nivel de una notable novela de ficción gótica. En cambio, La Corporación Tyrell, lanza al mercado su serie de replicantes bajo el sugerente slogan “Más humanos que los humanos” Precisamente por ello, porque logran poner nerviosa a nuestra especie, es que encuentro interesante mirarlos a la luz de la teoría psicoanalítica y detenerme a pensar un poco más en ellos.

Ya desde la primera escena se nos sorprende. Se ve a un obrero pasar a la oficina de un administrador de test mientras una voz en off lo presenta diciendo “Siguiente sujeto, Klowaski Leon”. Leon luego de ser sometido a la prueba queda al descubierto como replicante.

No resulta menor que aquel androide sea confundido con un humano y que se haga necesario exponerlo a una prueba que busca provocar una reacción emocional para reconocer su naturaleza biomecánica y delatarlo.

¿Cuál es el truco? Una sutileza: buscar su falla. Alguna vez, a alguien, en algún lugar le oí decir que si bien el momento en que el Nombre del Padre opera no nos es posible aprehenderlo directamente, siempre podemos tener noticia de su existencia a partir de sus efectos cuando no se realiza, a partir de los efectos de su falla operativa. Para ello, aquella vez, se ejemplificó con un caso de psicosis.

En el caso de un replicante conviene conocer un poco más acerca de su naturaleza. Ellos fueron diseñados para imitar a los humanos en todo, excepto sus emociones. Aún así, existía la posibilidad de que desarrollasen emociones propias debido al avance tecnológico con que fue creada la generación de los Nexus-6. Ella los hacía capaces de, en algún momento, poder sentir odio, amor, miedo, enojo, incluso envidia. Todo en el ámbito de las posibilidades. Previendo esta situación se tomó la precaución de dotarlos con solo cuatro años de vida. Período que los hacía emocionalmente inmaduros debido a que solo contaban con esos cuatro años para almacenar sus experiencias.

Hasta ahí nada hacía sospechar que un replicante fuera susceptible de humanidad. Solo que hubo un paso más: Se les implantó una serie de recuerdos, tomados de personas reales, que les creaba la ilusión de una vida con pasado incluido.

Hay todavía un segundo paso más: Rachel, la replicante experimental, prototipo de una siguiente generación post Nexus-6, en uno de los diálogos con Deckart se defiende de la acusación de ser un androide mostrándole al blade runner una fotografía de ella cuando pequeña junto a su madre. Deckart le pregunta por algunos otros recuerdos de su infancia. Aparece entonces uno en donde Rachel juega al doctor con su hermano y éste le muestra su pene. Cuando le toca el turno a ella de mostrar lo suyo, escapa asustada. Deckart se da cuenta que Rachel ha ignorado siempre su naturaleza replicante. Perfección asombrosa.

Con ello tenemos el cuadro más o menos estructurado. Una criatura replicante, biomecánica, que no solo es una computadora sino que también “carne”, poseedora de un cuerpo. A ello hay que agregar su manejo del código lingüístico que lo instala en lo simbólico con el detalle de agregarle todo un set de recuerdos prestados con lo cual el sujeto puede hacer manejo de un habla particular y replicar una existencia. Pero eso no es todo. Con el set de recuerdos pasados se incluye unos que tienen que ver con la sexualidad, específicamente uno sobre la diferencia anatómica de los sexos. Es decir que podemos intuir que se ha replicado incluso un complejo de Edipo.

Ya en este momento tenemos una réplica humana bastante exacta aunque en escala reducida. Y lo que viene es aún más sorprendente. Aún faltaba ese detalle, el de introducir la perspectiva de la muerte con la cual la maqueta replicante queda totalmente terminada. En un momento del film se nos aclara que los replicantes que volvieron a la Tierra escaparon debido a que supieron que su duración era solo de cuatro años de vida. Esto gatilla su idea de volver y encontrar a su padre-creador para pedirle alargue la cifra vital.

De esta forma podemos encontrarnos con un “sujeto replicante” que es capaz de preguntarse acerca de su propia existencia. Buscar respuestas a sus inquietudes existenciales e incluso enamorarse del protagonista y buscar un sentido para su vida. Un ser capaz de tomar decisiones que le permitan vivir de la mejor forma posible el tiempo que le resta. Lacan estaría fascinado. Su teoría del sujeto proyectada en 35 mm.

Algunas curiosidades antes de terminar:

En una escena una de las replicantes fugitivas, Priss, diseñada para dar placer sexual, lanza su frase para el bronce ante uno de sus creadores: “Pienso, luego soy”. Aplastante lógica cartesiana para definir su existencia como ser individual. Otra cosa a recordar en ese sentido: el blade runner se llama Deckart, curiosa homofonía con Descartes. Quizás es en esa frase donde queda al descubierto la falla que buscan los caza-replicantes…No Priss…el ser humano piensa donde no es, luego es donde no piensa…De ahí quizás lo impredecible de sus emociones…talón de Aquiles para todo replicante.

Bibliografía.
Freud, Sigmund. Obras completas. Amorrortu editores. B. Aires.

· La interpretación de los sueños (1900(1989)).
· Tres ensayos de teoría sexual. (1905).
· Tótem y tabú - Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos (1913 [1912-13]).
· Introducción al narcisismo – 1914.
· La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la sexualidad). (1923).
· El sepultamiento del complejo de Edipo (1924).
· Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925).

Lacan, Jacques.

· Seminario Los escritos técnicos de Freud : 1953-1954. / Jacques Lacan ; texto establecido por Jacques-Alain Millar. Paidós. Barcelona.
· Seminario Las Psicosis: 1955-1956 / Jacques Lacan ; texto establecido por Jacques-Alain Millar. Paidós. Barcelona.
· "El mito individual del neurótico".Intervenciones Y Textos. Ed.Manantial